Durante más de veinte años como beisbolista profesional, el caraqueño (y caraquista) Omar Vizquel no se conformó solo con jugar –trabajar– de manera eficiente. Vizquel hizo de su juego un ejercicio estético: una combinación de disciplina, precisión, gracia, elegancia y poesía que le deparó la admiración de fanáticos y especialistas deportivos. Su desempeño en el competitivo terreno de las ligas mayores producía esa inusual forma de belleza, limpieza y eficacia que lo consolidó como el mejor campocorto defensivo de todos los tiempos. Sin embargo, Omar Vizquel no ha dejado de comportarse con la picardía y naturalidad que lo caracterizan desde niño, consciente de que solo se llega verdaderamente lejos mientras no se olvide la formación de origen: las piedras fundacionales de la experiencia.
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