Juan Manuel Laguardia: carrera camaleónica

Fecha: 
04/10/2017

En su temprana vida estudiantil, cuando aún sus pasos se adentraban dubitativamente en la formación religiosa, Juan Manuel Laguardia acostumbraba escabullirse hacia el teatro de su colegio con la excusa de limpiar el escenario. Una vez sobre las tablas, daba rienda suelta a lo que ya en ese entonces era una habilidad innata para el desdoblamiento histriónico. Una mañana, en mitad de una espontánea representación, escuchó sorprendido el aplauso del cura Fontana, quien no sólo alabó su talento, sino que le pidió hablar con su representante. El padre de Juan Manuel había peleado en la Guerra Civil Española y soñaba con que su hijo se dedicara al sacerdocio, quizá como una manera de protegerlo de las crueldades del mundo. Sin embargo, al reunirse con Fontana tuvo que aceptar el verdadero destino de su hijo: “Aquí no tenemos un problema, tenemos un descubrimiento. Juan Manuel nunca será cura. Será un buen creyente, pero nunca vestirá los hábitos. Su hijo es un artista”.

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