Es posible que el actual rector de la Universidad Metropolitana, Benjamín Scharifker, haya descubierto su afición por la investigación científica en las clases de su profesor de Química de bachillerato, quien recurría a tizas de colores para componer unas lecciones donde brillaban la sencillez, la exactitud y la belleza. O tal vez en el laboratorio de Física, donde su profesor le brindaba las herramientas necesarias para hallarle sentido a las fórmulas aprendidas de memoria. O quizá influyó su profesor de Mineralogía, quien le habló con fascinación de las diversas propiedades de las piedras. Lo determinante, en todo caso, fue el trabajo comprometido, inteligente y creativo de sus profesores. Porque la combinación de todas esas experiencias fue, en gran medida, la que despertó y desarrolló en el joven Scharifker esa pasión por las ciencias que encauzaría su carrera.
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